Josei Toda (1900-1958), el segundo presidente de la Soka Gakkai, fue un educador, editor y empresario cuyo vigoroso liderazgo revivió la organización después de la Segunda Guerra Mundial y la convirtió en un pujante movimiento de base popular.
El encuentro con su mentor
Cuando tenía diecinueve años, Toda dejó su tierra natal en Hokkaido, la isla más septentrional del Japón, para vivir en Tokio. Allí comenzó a trabajar como docente en una escuela primaria cuyo director era Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944), un educador cuyos ideales y filosofía pedagógica despertaron el interés del joven Toda. Este no tardó en considerarlo su mentor; así pues, cuando Makiguchi decidió abrazar la fe en el budismo Nichiren, en 1928, Toda no dudó en seguirlo. Al tiempo, ambos fundaron la Soka Kyoiku Gakkai (Sociedad pedagógica para la creación de valores), precursora de la actual Soka Gakkai. Como director general de la organización, Toda apoyó la labor de Makiguchi y se centró en promover una reforma educativa y religiosa en el país.
El encarcelamiento
En 1943, Makiguchi y Toda fueron arrestados y enviados a la cárcel por oponerse a las políticas del gobierno militarista japonés, que ejercía un control cada vez más opresivo sobre la población y silenciaba las voces disidentes. En sus dos años de reclusión, Josei Toda se dedicó intensamente a la práctica y el estudio del budismo, y logró adquirir una profunda comprensión de sus doctrinas.
Esta búsqueda le permitió percibir que la budeidad es un potencial inherente a la vida y lo convenció de que todas las personas podían manifestar ese estado iluminado si practicaban las enseñanzas de Nichiren. Este profundo despertar espiritual que experimentó durante su presidio forjó en él una convicción inamovible en el budismo Nichiren y en su propia misión de difundir estas enseñanzas.
El restablecimiento de la organización
Tras recuperar la libertad, a finales de la Segunda Guerra Mundial, Toda reconstruyó la Soka Kyoiku Gakkai con el nuevo nombre de Soka Gakkai (Sociedad para la creación de valores).
Enseñó que todas las personas podían transformar su destino y mejorar su vida mediante la práctica budista, y llamó “revolución humana” a este cambio profundo basado en la motivación interna. Su mensaje llegó al corazón de un pueblo que, en el caos de la posguerra, vivía abrumado por la pobreza, las enfermedades y las dificultades.
Su absoluta confianza en el potencial de la filosofía de Nichiren Daishonin, sumada a su capacidad para traducir los profundos conceptos budistas en orientaciones aplicables a la vida diaria, infundieron esperanza y valentía a los miembros.
Al término de su vida, en 1958, Toda había logrado la meta de ampliar a setecientas cincuenta mil familias la membresía de la Soka Gakkai, y había trazado las bases del impresionante crecimiento que alcanzaría el budismo en el Japón y en el mundo.
El legado de paz
Toda también mantuvo su postura de oposición intransigente contra las armas nucleares. Habiéndolas condenado como un mal absoluto y una amenaza contra el derecho inalienable a la vida de toda la humanidad, exhortó a los jóvenes de la Soka Gakkai a que aunaran esfuerzos para concretar la eliminación de los arsenales nucleares. Su “Declaración para la abolición de las armas nucleares”, del 8 de septiembre de 1957, fue el punto de partida y la inspiración de las actividades pacifistas que, desde entonces, ha llevado a cabo la Soka Gakkai.
Para honrar los ideales de Josei Toda, su discípulo y sucesor Daisaku Ikeda fundó, en 1996, el Instituto Toda para la Paz (anteriormente, Instituto Toda de Investigación sobre la Paz Global). Este foro, con sede en Tokio, convoca a investigadores, responsables políticos y activistas a elaborar proyectos para el diálogo y el establecimiento de la paz.