Los jóvenes, dueños de un potencial y de una fuerza sin límites
Lunes 13 de julio de 2020

Este mes de julio, compartamos junto a todos nuestros compañeros estas profundas palabras de nuestro maestro para llevar esperanza a cada rincón del país y seguir librando esta lucha por transformar el destino de la humanidad.
Ante todo, quiero expresar mi solidaridad a todos los residentes de Kumamoto y del resto de Kyushu [la más meridional de las cuatro islas principales del Japón] que han sufrido, en días recientes, inundaciones y lluvias torrenciales de efectos destructivos.
El 5 de julio, hice gongyo y entoné Nam-myoho-renge-kyo en el Salón de los Mentores de la Soka Gakkai (en Shinanomachi, Tokio). Allí, oré sinceramente por quienes han perdido la vida y por la seguridad y el bienestar de toda la población de las zonas afectadas.
Han caído precipitaciones de intensidad sin precedentes, que causaron estragos en localidades de todo Kyushu y de otras regiones del país. Sepan que sigo enviando daimoku sin descanso por la seguridad de todos.
Julio es un mes en que nuestro corazón como Bodisatvas de la Tierra resplandece de manera especial. Para nosotros, el significado de este mes se remonta al 16 de julio de 1260, cuando Nichiren Daishonin presentó a las autoridades del Japón su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra.
El concepto inmortal de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» es una idea completamente original del Daishonin. Es un rugido de profunda benevolencia de un individuo que se puso de pie para guiar a la iluminación a todas las personas, mediante el poder de la Ley Mística.
En la época del Daishonin, el pueblo sufría terriblemente a causa de una serie de «raras perturbaciones en los cielos, acontecimientos extraños sobre la tierra, pestes y hambrunas». Era un contexto similar al que hoy afronta la población mundial, en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
En el párrafo inicial de este tratado, el Daishonin escribe: «[C]uesta hallar a alguien que no deplore la situación».
A lo largo del texto, el centro de su preocupación es el pesar de quienes han tenido que perder a sus seres queridos, familiares y amigos; reconoce la angustia del pueblo y se solidariza con la gente, como si las aflicciones de sus congéneres fuesen su propio dolor personal.
En el manuscrito original de este tratado, el Daishonin usa muchas veces el carácter chino correspondiente a «tierra» (que también denota «país» o «nación»), escrito con el elemento «pueblo» enmarcado en un cuadrado, en lugar de utilizar dentro del recuadro, como era mucho más habitual en esa época, el elemento «rey» u otro que significara el poder armado. Esto indica que el Daishonin no ansiaba la paz de la tierra pensando en una nación abstracta, sino en el lugar donde la gente común llevaba a cabo su vida. Y que sus oraciones siempre estaban dirigidas a la seguridad y el bienestar del pueblo.
Con esta misma grandeza, los dos presidentes fundadores de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, se pusieron en acción por la verdad y la justicia, convencidos de que había llegado el momento de confrontar a las autoridades militares del Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Esto condujo al arresto de ambos el 6 de julio de 1943.
El señor Makiguchi murió en prisión un año más tarde, sin transigir en sus convicciones. Después de dos años de encierro, su discípulo Toda recuperó la libertad poco antes del fin de la guerra, el 3 de julio de 1945, y volvió a la sociedad como un intrépido campeón de la Ley Mística. Ese instante de aquel día fue el albor de todos nuestros esfuerzos por «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» en los tiempos contemporáneos, fieles al ideal que proclamó el Daishonin. Fue así como el budismo del sol comenzó a elevarse desde la profunda oscuridad que envolvía al Japón, en la estela de una guerra cruel y miserable.
El señor Toda tenía, en ese entonces, 45 años. La mayoría de sus camaradas responsables de la organización antes de la guerra habían abandonado la fe por miedo a la persecución del gobierno.
Mi mentor, sintiendo que solo podía fiarse de los jóvenes, oró para que surgieran esos «abanderados», cuya presencia esperaba con tanta expectación. Dio un paso tras otro, irrigando con daimoku la tierra baldía del Japón de posguerra y llamando, uno por uno, a esos jóvenes discípulos que se unirían con la misión de los Bodisatvas de la Tierra.
El 1.° de julio de 1950, cinco años después de que el señor Toda saliera de la cárcel, se llevó a cabo una reunión de jóvenes de valor trascendental, aunque solo asistimos unas veinte personas.
Lo importante no son los números, sino la unión.
Ese día, escribí en mi diario: «La División de Jóvenes ha levado anclas y se encamina hacia las borrascas y turbulencias del porvenir. Yo también avanzaré hasta el límite de mis fuerzas».
En esa época, había un tendal de empresas que estaban cayendo en la quiebra, y los negocios del señor Toda, como era de prever, también se veían en graves aprietos. Muchos, olvidando lo mucho que le debían a su mentor, lo abandonaron o lo traicionaron.
Yo decidí que ese era el momento preciso para que los jóvenes nos pusiéramos de pie.
En La apertura de los ojos, el Daishonin escribe: «Así como las montañas se depositan sobre montañas, y las olas secundan a las olas, las persecuciones se suceden unas a otras y las críticas se suman a las críticas». Reconocí que ese era el camino que debían recorrer los maestros y discípulos de la Soka para cumplir el gran juramento de lograr el kosen-rufu. Los retos que nos aguardaban a los jóvenes solo servirían para fortalecernos.
Pensé que incluso un joven común y corriente como yo podía apoyar a su maestro si entonaba Nam-myoho-renge-kyo basado en el compromiso mancomunado de mentor y discípulo. Un joven así podría superar todos los impedimentos y guiar firmemente la organización del kosen-rufu hacia adelante.
Esa fue mi oración, y fue, también, mi promesa.
«Cuanto mayor es la resistencia que encuentra, más fuerte se vuelve el oleaje…». Con esta determinación, resolví soportar hasta la última adversidad y mostrar la victoria del maestro y el discípulo, convencido de que «la virtud invisible genera recompensas visibles», como establece el principio budista.
Un año después, en 1951, y al cabo de superar todas las contiendas que lo asediaban, el señor Toda pudo asumir la segunda presidencia de la Soka Gakkai (el 3 de mayo). Un par de meses más tarde, en julio, fundó la División Juvenil Masculina y la División Juvenil Femenina (el 11 y el 19 de julio, respectivamente).
En esa época se estaba librando la guerra de Corea (1950-53). El señor Toda, unos meses antes de proclamar su ideal de la ciudadanía mundial, nos enseñó a los miembros de las divisiones recién inauguradas que teníamos la noble misión de lograr el kosen-rufu y de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», no solo en el Japón, sino en toda Asia y el resto del mundo.
En ese entonces yo era responsable de grupo y luchaba denodadamente en la primera línea de nuestra organización. Henchido de pasión y de entusiasmo por expandir el movimiento por el kosen-rufu, fui de inmediato a Sendai, una ciudad de la prefectura de Miyagi, en la región de Tohoku. Tengo recuerdos entrañables de las actividades que hice en ese lugar junto con mis sinceros camaradas de fe.
En una reunión de diálogo, transmití con convicción mis experiencias personales en la práctica. Hablé sobre mi recuperación de la tuberculosis y mi esfuerzo por ayudar al señor Toda a reflotar sus empresas. Recuerdo que, ese día, ocho invitados decidieron ingresar en la Soka Gakkai.
El tratado del Daishonin Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra está escrito en forma de diálogo entre dos interlocutores. El medio supremo para hacer posible ese ideal, «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz», es afianzar firmemente en el corazón de cada persona un compromiso inquebrantable con la justicia.
Los jóvenes decidimos que todos los cambios debían empezar por entablar relaciones y afianzar vínculos de comprensión con quienes nos rodeaban. Nuestro encuentro, que valora la unión en la diversidad y promueve la amistad y el respeto, es una inmensa fuente de esperanza.
Durante los desafíos actuales sin precedentes asociadas con la pandemia del coronavirus, los miembros de la División de Jóvenes de todo el mundo están esforzándose con postura indómita, demostrando que «del índigo, se obtiene un azul mucho más intenso»; aunando toda su sabiduría y su valor para convertir la crisis en un punto de inflexión superador.
Han sacado provecho de los enormes avances tecnológicos recientes para celebrar reuniones remotas por medio de dispositivos conectados a internet. Aunque no pueden encontrarse de manera presencial, se ven unos a otros por medio de videollamadas. Al parecer, en algunos lugares esto ha permitido que incluso más miembros y amigos participen en las actividades.
Los líderes están poniendo gran energía para que estos encuentros virtuales sean lo más significativos posible para los miembros. Como resultado de ello, los participantes disfrutan de las reuniones, se inspiran mutuamente y crecen juntos.
A propósito, este mes en el Brasil, un país especialmente castigado por la pandemia, 100 000 miembros de la División de Jóvenes están trabajando conjuntamente en un esfuerzo incesante por apoyar y alentar a sus amigos, a la par de contribuir a la sociedad.
El señor Toda era matemático y siempre estaba al tanto de los últimos hallazgos en materia científica y tecnológica. A menudo decía que los avances en las comunicaciones y en los transportes eran señales de que el kosen-rufu estaba cada vez más cerca. Sé que estaría encantado de ver la creatividad y el ingenio de los actuales miembros de la División de Jóvenes.
¡El progreso mundial del kosen-rufu es incuestionable, y está acelerándose como nunca!
Conscientes de esto, en vez de mostrarnos reacios al cambio hagamos nuestro mejor esfuerzo siguiendo el rumbo de los jóvenes en la vanguardia, e insuflemos en la realidad vertiginosa el espíritu de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», cuyo sentido es avanzar hacia la paz y la felicidad de todo el género humano.
Hoy se nos presenta una oportunidad maravillosa de irradiar con más luz y vigor el humanismo del budismo Nichiren. El valor que podemos crear es ilimitado. Esto es particularmente cierto porque los jóvenes, que sostendrán en sus hombros la responsabilidad del mañana, poseen una fuerza y un potencial sin límites.
Exactamente hace 30 años, en julio de 1990, estuve en el Kremlin, en Moscú, y mantuve mi primer encuentro con Mijaíl Gorbachov, quien en ese entonces era el presidente soviético y desempeñó un papel crucial en el cese de la Guerra Fría.
Lo saludé diciéndole: «He venido a debatir con usted. Hablemos hasta sacar chispas de todos los temas de manera franca y abierta, en bien de la humanidad». El presidente Gorbachov respondió con una sonrisa: «A mí también me gusta el debate sincero y abierto. Siento como si fuésemos viejos amigos».
En nuestras más de diez reuniones, uno de los puntos que más comentamos fue nuestra idea de que la división sería la amenaza más grande que iba a cernirse sobre el siglo xxi. Le pregunté de qué manera, a su criterio, podíamos superar la brecha que separaba a las personas y que parecía proliferar en todas partes como una plaga invisible. El presidente Gorbachov dijo que debíamos descubrir el poder de unir a la gente.
Una de las conclusiones a las que también llegamos fue la importancia del optimismo; es decir, creer que podemos superar cualquier obstáculo si mantenemos una confianza incondicional en el poder del espíritu humano y si tenemos fe en el futuro de la humanidad. Estuvimos de acuerdo en que esto era un factor clave para superar todas las divisiones y unir a los pueblos del mundo.
Como discípulo de los maestros Makiguchi y Toda, he persistido en el diálogo orientado a «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», como ideal que propuso el Daishonin. Un resultado de esa perseverancia es que mis escritos —entre ellos los diálogos que mantuve con destacados pensadores del mundo para tender puentes entre las culturas y civilizaciones—, se han traducido a más de cincuenta idiomas. Algunas de estas obras están exhibidas en el Salón de los Mentores de la Soka Gakkai como agradecimiento a los dos presidentes fundadores.
Nuestros jóvenes de la Soka son reyes del diálogo, campeones de la palabra escrita y oral. Ellos perpetuarán, en el siglo xxi, el espíritu del optimismo inquebrantable y la fe en la humanidad, con el cual derrotarán la oscuridad de esta época jaqueada por la desconfianza y el miedo.
Hace treinta y cinco años, en julio de 1985, inscribí en trazos caligráficos el carácter chino con que se escribe «rey», para conmemorar el establecimiento de la División Juvenil Femenina.
Nichiren Daishonin escribe:
El ideograma «rey» se escribe con tres líneas horizontales y una vertical. Las primeras representan el cielo, la tierra y la humanidad; y el trazo vertical representa al soberano. Al igual que el monte Sumeru, imperturbable e imponente en toda su estatura sobre la tierra, se denomina «rey» a aquel cuya presencia se impone en el ámbito de los cielos, la tierra y la humanidad, y jamás da muestras de perturbación.
Un «rey», un verdadero campeón, es quien se yergue como un pilar central inamovible.
Los jóvenes son fácilmente vulnerables a las emociones cambiantes. Sin embargo, aun en un contexto de interminables desastres naturales, los jóvenes de la Soka están estudiando la filosofía de vida suprema del budismo Nichiren y esforzándose valientemente por cumplir su misión en bien del kosen-rufu, mientras enfrentan sus propios problemas y dificultades. Son una fuerza sólidamente unida que ejemplifica la resiliencia de superar cualquier adversidad. Son nobles pilares de la paz, la cultura y la educación en la sociedad global.
¡Sean ustedes mismos campeonas y campeones siempre triunfales, abrazando el Sutra del loto, que el Daishonin describe como el «rey de los sutras», y a quien compara con un «rey león»!
Mis queridos jóvenes amigos, en quienes confío sin reservas, ¡sean inspiradores campeones de la juventud, brillantes héroes de la esperanza, firmes referentes del espíritu invencible y paladines de la justicia dispuestos a refutar lo erróneo y lo falso!
¡Los exhorto a avanzar a mi lado, considerando las adversidades como un honor, y orgullosos de saber que la juventud Soka es la campeona del espíritu humano!
(Traducción del artículo publicado el 7 de julio de 2020 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai).
1 Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 6.
2 Ib., pág. 6.
3 La apertura de los ojos, en END, pág. 254.
4 Cisnes blancos y caballos blancos, en END, pág. 1109.
5 El logro de la budeidad en esta existencia, en END, pág. 3.
6 El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.